lunes, 29 de julio de 2013

Otra visión del accidente


No hay palabras para describir la tragedia.
Cuando han pasado los días, intentamos razonar la fatalidad de un accidente y de buscar el sentido a tantas muertes y a tanto sufrimiento.
Para los que estábamos en la Plaza del Obradoiro, como cada noche de 24 de julio, en el prefacio de la gran fiesta del Apóstol, la sucesión de los hechos fue el fatídico devenir de una noche, en la que los fuegos del Apóstol, fueron sustituidos por los fuegos del incendio del tren descarrilado.
Primero fue la sorpresa. Carecíamos de noticias y, gracias a los teléfonos móviles y el ir y venir de los rumores de los peregrinos y visitantes, fuimos enterándonos de que había ocurrido un accidente ferroviario. Pero todo era muy confuso. A la sorpresa inicial, sigue la incertidumbre. No sabíamos lo que estaba ocurriendo realmente. 
Tras el anuncio por parte de la organización, de que se suspendía el evento programado y, por ende, las fiestas de Santiago, nos dimos cuenta de que algo muy grave, estaba pasando. La plaza se fue desalojando. La gente deambulaba de un lugar a otro, sin saber muy bien dónde ir, mezclándose con los policías que acordonaron la Catedral.
Al pasar por el Campus, donde cada año se ve la multitud de personas que entre la música y los puestos de comida, disfrutan de una noche tan singular, solo encontramos silencio.
Las calles llenas de personas pegadas a las pantallas de sus móviles: hablaban con sus familias para decirles que estaban bien, recababan información para cerciorarse de lo que había pasado realmente o atendía la convocatoria que las autoridades sanitarias hacían . 
La multitud de jóvenes, otros años de fiesta interminable a lo largo de la noche del 24 julio, la encontré, agolpada en torno al Centro de Transfusiones de Galicia. Eso impresionaba notablemente. Una vez más, la solidaridad humana, la generosidad sin límites del ser humano, quedaba patente en aquel acto que salía del corazón y que, simultáneamente nos unió a todos, frente a la adversidad y la desesperación.
Y eso que…. aún no sabíamos mucho de lo que estaba ocurriendo in situ, en el lugar del accidente… que nos dejó aterrorizados las horas siguientes.